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Un homme qui dort - Bernard Queysanne - 1974

  • Foto del escritor: Alexa Angeles
    Alexa Angeles
  • 26 mar 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 31 mar 2020

Título en español: El hombre que duerme.

Logline: Un estudiante en Paris decide aislarse de mundo hasta convertirse en un ser indifirente y sin esperanzas.
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El dilema de las películas existencialistas ¿peca de pretenciosa o entrega el mensaje audazmente?

Todo el tiempo me sentí en un viaje sensorial, el diseño sonoro en conjunto con las imágenes y la narración fuera de cuadro creaban una atmósfera mística, aunque todo el tiempo veíamos escenas contemporáneas, con espacios que normalmente están raramente vacíos. El trabajo de Bernard Zitzermann es ejemplar, nos muestra un París silencioso, enclaustrado y al mismo tiempo inmenso, los juegos de contrastes, sobre y sub exposiciones añaden al marco narrativo mucha cohesión y lo amplía, son imágenes sombrías y desalentadoras.

El montaje crea la noción de un ciclo incluso el discurso, la taza de Nescafé, las calcetas en el contenedor de agua, sus juegos de cartas. La habitación del hombre sin nombre, es un espacio íntimo pero al mismo tiempo impersonal, solo un póster de quizás su reflejo y se encargan de presentarlo de esta manera, empata con su personalidad, conocemos a la perfección el picaporte y el estampado de flores, los libros y los hoyos de la cobija, su espejo roto en tres, deformando su propia concepción de la realidad.El inicio me pareció fantástico, imaginar que un doble suyo realiza todo lo que el nunca quiso o pudo, la forma en la que se cuenta la historia parece cotidiana, como si todos en algún momento pasáramos por días de cansada soledad y suplicio.

Sin duda el discurso filosófico puede ser pesado, la repetición en un punto cansa pero así funciona la mente de este joven, y lo entendemos, el punto crucial en el que deja todo de lado, sigue una rutina que como la narradora explica le enseña que la soledad y la indiferencia no le enseñan nada, conforme avanza la historia el ritmo se convierte en el aire que como espectador necesitamos tan inmersos en este mundo a veces nos quedamos sin aire, o inertes.

Se puede analizar todo lo que se dice en la película, el guion es realmente complejo, no por el lenguaje si ni cómo al sumarlo todo tienes una paradoja exquisita, pero en especial, la escena de las bancas en la plaza, él frente a otro hombre mayor que pareciera estar sumergido en la misma tristeza, solo que le lleva la delantera, ese hombre ya dominaba el arte de ser viejo.

Jacques Spiesser se mantiene impasible, su rostro es atractivo pero como personaje parece no importarle, nadie lo ve, en un punto ni siquiera el mismo.



Es una película realmente bella y preciosista, Georges Perec crea un personaje complejo e interesante de ver, al final quedé con la esperanza de que la vida lo volviera a enamorar.

 
 
 

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